sábado, 29 de marzo de 2008

Nota para Diario Perfil (Argentina) sobre Cristina Kirchner y las protestas rurales

UN DISCURSO QUE DIVIDE

VICTOR ARMONY

Todo discurso político define un adversario. No solamente lo designa, sino que también plantea, aunque sea implícitamente, la naturaleza del antagonismo. Los mensajes presidenciales del 25 y del 27 de marzo han sido muy ilustrativos en tal sentido. El primero de ellos trazó la ya célebre oposición entre “los piquetes de la abundancia” y “los piquetes de la miseria y la tragedia de los argentinos”. A través de una cadena de asociaciones, la presidenta insinuó el vínculo entre una minoría (que quiere “volver al país de unos poquitos”), privilegiada (“el sector de mayor rentabilidad”), expoliadora (“las vaquitas para ellos y las penitas para los demás”), prepotente (“que hoy amenazan, no al Gobierno, sino a la sociedad con el desabastecimiento de comida”) y recalcitrante frente al cambio social (“que insisten con las mismas prácticas de siempre”) con el uso de la violencia y el pasado dictatorial. Cristina Kirchner abrió su discurso refiriendo a la coincidencia – calificada por ella como “casualidad” pero al mismo asignándole un valor de “señal” – entre las fechas del golpe del 76 y la protesta rural. Si semejante paralelo podía parecer eminentemente excesivo e injusto, habría que esperar al cierre de su alocución para comprender en toda su magnitud la lectura presidencial de la situación. Lo que tomaba en principio la forma de un entendible llamado a la tolerancia y la moderación llevaba rápidamente, en las palabras de la jefa del Estado, al reconocimiento expreso de una realidad que raramente los políticos admiten públicamente: “siempre las pujas distributivas y los enfrentamientos con sectores generan, en definitiva, violencia”. Es decir – sin necesidad de agregar demasiado a lo que Cristina Kirchner expresó de manera clara y directa – que el cambio social implica necesariamente un cierto nivel de violencia, pues “hay que tocar intereses que muchas veces son muy poderosos”. Sería muy difícil encontrar en el discurso presidencial argentino desde la transición democrática un enunciado similar. Más aún, al dar a entender que hay diversos tipos de violencia política, con diferentes grados de legitimidad (“cuando uno tiene … una determinada holgura económica, la violencia es mucho más incomprensible y mucho más insostenible”), la presidenta ingresó en un terreno retórico que no tiene paralelos desde el último gobierno de Juan Domingo Perón.

Es evidente que, en ese contexto, el mensaje del 27 de marzo en Parque Norte pretendió bajar los decibeles con “un llamado al diálogo” y “una mano tendida”, ya que el tono fue de menor combatividad y mayor apertura. La presidenta empleó 7 veces la palabra “dialogar” y 6 veces la palabra “diálogo”. Más aún, se sintió obligada a subrayar su identidad peronista (sobre la cual no había insistido demasiado anteriormente) y a argumentar que “el peronismo nunca planteó la lucha de clases, el peronismo nunca planteó la guerra entre los pobres y los ricos”. Sin embargo, los ejes centrales de su visión siguen presentes: los términos “popular”, “distribución” e “intereses” se repiten (cada uno de ellos entre 9 y 11 veces) a lo largo de un discurso que dibuja el antagonismo entre la caricatura de las “paquetas señora vecinas de donde yo vivo” – en desafortunada resonancia con los comentarios de D’Elía sobre los “blancos de Barrio Norte” – y sectores que toman “medidas contra el pueblo”. Un estudio informático nos permitió verificar que la expresión “contra el pueblo” que Cristina Kirchner utilizó dos veces en su mensaje del 27 de marzo no fue jamás pronunciada por su esposo (en sus declaraciones oficiales entre 2003 y 2007). Es posible que el enfoque político sea el mismo que el del ex-presidente, pero su retórica es netamente más radicalizada.

Si bien como candidata, Cristina Kirchner había demostrado una clara afinidad con el vocabulario de su esposo, ya se venían observando cambios importantes en el discurso desde que asumió la presidencia hace poco más de cien días. Palabras tales como patria, trabajo, dignidad y autoestima, características de una retórica kirchnerista que combinaba motivos típicamente peronistas con efectos de cercanía subjetiva a la “gente común” – la que se movilizó en 2001 y 2002 – han cedido el lugar a una terminología mucho más centrada en lo que la jefa del Estado llama “el modelo” y la cuestión estructural de la “distribución del ingreso”. Los análisis estadísticos confirman otra serie de contrastes sumamente interesantes entre los dos presidentes K en materia de estilo: por ejemplo, Cristina Kirchner emplea el pronombre “yo” mucho más frecuentemente que Néstor Kirchner y casi nunca invoca el nombre de Dios, como acostumbraba hacerlo con cierta regularidad su marido. Por supuesto, estos datos no nos indican mayor o menor egocentrismo o religiosidad en uno u otro de los líderes, sino una manera de posicionarse ante la opinión pública. En el caso de la actual presidenta, es claro el deseo de afirmarse como una dirigente autónoma, con voluntad propia y capacidad de decisión: no se encomienda a poderes divinos ni seculares. Pero esa actitud de firmeza e independencia tiene un costo pues, como bien lo saben las mujeres en política, el riesgo es mostrarse como calculadora, soberbia e incluso agresiva. En su reacción a la protesta rural, Cristina Kirchner llevó al extremo esa postura. Algunos considerarán que lo que dijo revela su verdadero pensamiento. Otros juzgarán que su extraordinaria dureza retórica es mera estrategia. Pero en cualquier caso la presidenta ha contribuido a atizar una conflictividad discursiva que no le hace ningún bien a la sociedad argentina.

martes, 18 de marzo de 2008

Notas de mi conferencia en el simposio sobre Interculturalismo en Québec

L'interculturel: théorie et pratique

17 mars, 2008

Interculturalisme 101: Théorie et pratique interculturelles


Victor Armony


Les termes qui désignent les modèles sociétaux d’intégration sont beaucoup plus que de simples étiquettes pour décrire le type de politiques gouvernementales mises en place à l’égard des immigrants et des minorités.
Des expressions comme « melting pot », « creuset des races » ou « multiculturalisme » condensent une certaine façon de concevoir l’unité et la différence dans une société. Au-delà des aspects concrets et spécifiques de chaque modèle d’intégration, les sociétés culturellement hétérogènes cherchent à représenter, à justifier et à distinguer leur approche.
C’est pourquoi, même s’il est difficile de dire en quoi le modèle « interculturel » du Québec est, dans la pratique, différent du modèle « multiculturel » du reste du Canada, nous devons le prendre comme point de départ pour le débat collectif au sujet de la gestion de la diversité culturelle dans la société québécoise.
Cela ne nous empêche pas pour autant de critiquer la justesse du terme lui-même, bien qu’il soit ardu d’en proposer un pour le remplacer. On peut dire, par exemple, que le mot « interculturalisme » laisse entendre, par la particule « inter », non seulement une interaction (ce qui ferait la différence vis-à-vis du « multi », qui peut suggérer la pure juxtaposition sans dénominateur commun), mais aussi des rapports établis sur un pied d’égalité. Ainsi, quand nous disons « dialogue interconfessionnel », nous ne présupposons pas qu’une religion donnée occuperait une place centrale et que les autres devraient se déployer en position périphérique.
Pourtant, au Québec, les cultures minoritaires doivent « converger » dans une culture publique commune. Certes, l’interculturalisme « officiel » appelle à « une compréhension mutuelle des différences culturelles » et à « l’échange intercommunautaire », mais l’idée d’un « pôle de convergence de l’identité collective » demeure un élément clef. Non seulement la langue française constitue le « foyer de convergence », mais l’on postule le devoir de participer à une « culture publique commune ». Dans les débats récents au sujet de l’identité québécoise, cette culture a été de plus en plus associée à une série de soi-disant « valeurs fondamentales ».
Bref, un premier constat : l’interculturalisme québécois n’en est pas un. Mais ce n’est pas grave! Le « melting pot » états-unien n’en est pas un, non plus. Comme je l’ai dis, ces expressions ont une visée symbolique qui déborde la seule description des faits. Ces métaphores ou ces néologismes révèlent le désir de combler un manque, de créer une nouvelle réalité, de promouvoir un projet de société.
Pour les analyser d’un point de vue sociologique, il faut s’interroger sur leur fonction, sur ce qu’elles mettent en relief et aussi sur ce qu’elles cachent. Je ne parle pas ici d’hypocrisie ou de mauvaise volonté de la part de ceux qui nous gouvernent. Je fais plutôt référence au fait que toute société s’auto-représente sous la meilleure lumière possible. (Je ne connais pas de pays démocratique qui se présente au monde comme le champion de la fermeture, de l’égoïsme ou de l’insouciance…)
Or, on sait bien que le Québec se trouve dans une situation particulièrement délicate. D’une part il doit affirmer l’héritage culturel de sa majorité d’origine canadienne-française tout en combattant les soupçons (généralement injustifiés selon moi) d’ethnicisme et de xénophobie qu’éveille auprès de bien des non-québécois son projet nationaliste. D’autre part, tout en déclarant sans cesse son caractère civique et ouvert à la diversité culturelle, le Québec doit mobiliser des ressources considérables pour restreindre le choix des immigrants et des membres des minorités en matière identitaire, notamment sur le plan linguistique.
Je ne porte pas ici de jugement de valeur à cet égard : je constate tout simplement qu’il est sociologiquement raisonnable de voir qu’une communauté cherche à maximiser ses chances de survie collective et que cette maximisation passe, au Québec, par l’objectif de contraindre le plus fortement possible les immigrants et les membres des minorités à adopter le français, à s’identifier à la culture de la majorité d’origine canadienne-française et à contribuer à la viabilité démographique du Québec.
Dans le contexte de ce rapport particulier de forces, la notion d’interculturalisme remplit une fonction idéologique : elle évoque l’idée d’un lien de solidarité, d’un échange constant et d’une reconnaissance mutuelle entre les divers groupes, plutôt qu’entre les individus, alors qu’elle tend à ne pas attirer l’attention sur l’existence d’une claire hiérarchie sociopolitique entre la culture de la majorité d’origine canadienne-française, étroitement associée aux institutions publiques communes, et les autres cultures. Du fait de sa fragilité relative (comme minorité dans le contexte nord-américain), cette culture prépondérante au Québec ne peut pas s’en remettre au « cours naturel » du processus d’acculturation, tel qu’il a lieu dans d’autres sociétés. Elle se doit d’être plus ouvertement interventionniste.
Mais la notion d’interculturalisme cherche également à insister sur le fait que la société québécoise est inclusive, mais non pas assimilationniste, diverse, mais non pas fragmentée. Comment ne pas être d’accord avec une telle proposition? Comment ne pas se féliciter du fait que la société québécoise – son opinion publique et ses élites – veuillent projeter cette image d’ouverture et de civisme? Il ne faut surtout pas négliger l’importance de ce type de rhétorique. Les Canadiens-anglais ont fait du multiculturalisme le noyau de leur identité nationale et sont fiers quand leurs leaders agissent en accord avec cet idéal. Cette disposition a des effets tout à fait concrets sur l’action gouvernementale.
Si les Québécois commencent à se définir de plus en plus comme une société « interculturelle », ils auront tendance à réagir positivement aux discours qui valorisent la diversité culturelle. Comme le débat récent sur les « accommodements raisonnables » l’a montré, nous avons encore devant nous un long chemin à parcourir avant que les Québécois soient véritablement à l’aise avec ceux qui sont différents parmi eux.
Ce serait donc souhaitable que l’idée d’interculturalisme, même avec ses limitations, devienne une composante inhérente à toute définition de la société québécoise.

martes, 11 de marzo de 2008

Simposio sobre Interculturalismo abierto al público

Symposium

L'interculturel: théorie et pratique

Présente par l’Association d’études canadiennes,
la Conseil des relations interculturelles du Québec
et la Congres juif canadien, Région du Québec


17 mars, 2008

Hôtel Hilton Montréal Bonaventure
(Salle La Verrière), Place Bonaventure
900, de la Gauchetière Ouest, Suite 10750,
Montréal, Québec

INSCRIPTION (GRATUITE): http://www.acs-aec.ca/index.php?option=com_acsreg&regid=16&xlang=English


Programme


9:00 – 9:15 Bienvenue

· Dr. Victor Goldbloom, O.C., Président, Congres juif canadien, Région du Québec

9:15 – 10:30 (1) Interculturalisme 101: Théorie et pratique interculturelles

· Donald Cuccioletta, Université du Québec a Outaouais
· Marie Mc Andrew, Université de Montréal
· Marc Arnal, Faculté St Jean, Université de Alberta
· Annick Germain, Institut national de la recherche scientifique-Urbanisation, Culture et Société, directrice du Centre Métropolis du Québec – Immigration et Métropoles
· Victor Armony, Université du Québec a Montréal

10:30-10:45 Pause

10 :45 – 12 :00 (2) L’interculturalisme et les écoles

· Rachida Azdouz, vice doyenne, faculté de l’éducation
Permanente, université de Montréal
· Lloyd McKell, Toronto District School Board (invited)
· Maurice Shalom, Semaine d'actions contre le racisme
· Bergman Fleury, Conseiller en éducationet relations interculturelles

12 :00 – 14:00 Pause pour Déjeuner

14 :15 – 14 :45 (3) Interculturalisme – Multiculturelle ? – Présentation des données d’une nouvelle enquête nationale de l’Association d’études canadiennes faite par Léger Marketing

· Jack Jedwab, Directeur général, Association d’études canadiennes

14 :45 – 16 :15 (4) Politiques Interculturelles

· Jennifer Bitz, patrimoine canadien
· Marie-Josée Bonin, ville de Montréal
· Cassandra Fernandes, Diversity Management and Community Engagement Consultant, Ville de Toronto
· Claire Deronzier, Directrice. Intégration et relations interculturelles. Ministère de l’Immigration et des Communautés culturelles

16 :15 – 16:30 (5) Allocution de clôture

· Patricia Rimok, présidente, Conseil des relations interculturelles du Québec

jueves, 6 de marzo de 2008

Actividad del Círculo Hispano de Montreal (7 marzo del 2008)

Mensaje de Sergio De La Cruz : Próxima reunión del Círculo Hispano de Montreal

Fecha : Viernes 7 de marzo a las 12 PM
Lugar : Biblioteca Nacional de Québec - 475, boul. De Maisonneuve Est, Montréal (Québec) H2L 5C4 en una de las salas de reunión del 2º, 3º o 4º piso (la reservación de éste espacio solo puede hacerse el mismo día)

Tema(s): Cátedra de estudios sobre México contemporáneo (UdeM - UNAM) + Breve introducción a los estudios del discurso político.

Ponente: Dr. Fernando Castaños

Sergio indica que "la plática durará entre 40 y 45 minutos mas sesión de preguntas / respuestas. Para los que quieran y puedan, nos iremos a comer a un restaurante cercano al término de la plática".

Información: info@correohispano.ca